El bondage: cuando atar es un arte

 

En el sexo, al igual que en las demás facetas de nuestra vida, todos tenemos ciertos límites que, al menos en principio, nunca se nos ocurriría cruzar. En mi caso, lo tengo muy claro, esa barrera está en el sadomasoquismo porque, personalmente, la idea de infringir dolor o humillar a otra persona, aunque sea consentido, no me atrae lo más mínimo, y ya no digamos que me lo hagan a mi. Es más, algunas de sus prácticas, las más extremas o escatológicas, me producen escalofríos y/o me revuelven el estómago (No obstante, aunque yo no las comparta, también pienso que cada uno es totalmente libre de hacer con su vida y su cuerpo lo que quiera. Y como ya he dicho en más de una ocasión, mientras sea mutuamente consentido y entre personas mayores de edad, todo me parece muy válido y respetable).
Sin embargo, tengo que reconocer que hay un ingrediente o faceta del BDSM que a mi si me atrae y me excita bastante: las relaciones de sumisión/dominación o, dicho en otras palabras, la idea de tener el control absoluto sobre la situación y el placer de la otra persona. Por eso, no es de extrañar que me guste el bondage, aunque debo puntualizar que  siempre entendiéndolo desde una actitud respetuosa y no violenta. Por si hay algún despistado entre el público, os adjunto su definición literal (made in wikipedia): “Se llama bondage a las prácticas sexuales que implican privación de la capacidad de movimiento. Dicha privación puede hacerse sobre una parte o sobre la totalidad del cuerpo, utilizando diversos medios: cuerdas, esposas, cadenas, cinta adhesiva o cualquier otro instrumento susceptible de inmovilizar. Se basa en una relación de confianza entre la persona atada y la persona que ata. Pese a que el bondage siempre se ha asociado al sadomasoquismo, en realidad, es una práctica sexual diferenciada, que se puede realizar como cualquier otro juego erótico dentro de una relación sexual convencional. La diferencia reside en la finalidad y la forma de entenderlo, pues el bondage puro tiene a menudo un carácter artístico, además de sexual”.
Aunque suene raro, yo me inicié en esta práctica casi por accidente: Un día, después de echar un polvo, estaba tirado en la cama con una amiga, bromeando y tomándonos el pelo mutuamente, y a ella no se le ocurrió nada mejor que hacerme cosquillas, así que decidí atarle los brazos a la espalda con sus propias medias para que se estuviese quieta un rato, con la intención de volver a desatarla rápidamente (en cuanto se disculpase y me suplicara un poco), pero, nada más verla así, “minisergio” cobró vida propia, y volvimos otra vez a la carga. El caso es que nos gustó tanto la experiencia que la repetimos en no pocas ocasiones, añadiendo otros complementos (vendas para los ojos, antifaces, ataduras de manos y pies, mordazas, esposas, y mi última adquisición: un cabecero de forja). Algún tiempo después, conocí a un chico que está bastante puesto en estos temas y me enseñó algunas nociones básicas sobre el “bondage con cuerdas” (nudos, tipos de cuerda, posturas, normas de seguridad, etc.), que es un mundo muchísimo más extenso y complejo de lo que jamás me podría haber imaginado, además de que posee un importante componente estético, casi artístico diría yo. Desde entonces, he añadido esa práctica a mi repertorio, aunque debo reconocer que, como soy una persona bastante impaciente, sigo prefiriendo las esposas a las cuerdas, por una cuestión de rapidez y comodidad más que nada.
Pese a que el bondage ha empezado a popularizarse recientemente, sus inicios se remontan al Japón del período Edo (1600-1878), con un arte marcial llamado hojojutsu, que consistía en la inmovilización de los prisioneros. Los samuráis atrapaban y retenían a sus presos con cuerdas y los exponían en las calles, maniatados o colgados. Tal era la precisión y la concreción de la técnica, que los diferentes tipos de nudos y cuerdas permitían adivinar la clase social del prisionero, así como el crimen cometido o su profesión. Esta confección meticulosa ha perdurado hasta la actualidad en la práctica del shibari, en la que se incorporó el elemento erótico. Pese a que sus raíces se encuentren en una técnica de tortura, no hay en él componentes crueles ni violentos y, en su práctica, son fundamentales las normas de consenso previo, respeto de los límites pactados, y no hacer sufrir al atado. Curiosamente, mientras que el bondage occidental ha quedado relegado al secretismo y a lo oscuro, los maestros del shibari oriental son considerados artistas reconocidos, desde que la técnica alcanzó su máximo esplendor en los años sesenta.
Los principales tipos de bondage son:
-Hogtied: La posición más típica es con los brazos atados a la espalda, preferentemente hasta los codos, y los tobillos amarrados a estos.

-Bondage Oriental: Se caracteriza generalmente por un meticuloso y abundante uso de las sogas, con varias vueltas por todo el cuerpo. En casi todos los casos, incluye el aprisionamiento de los senos, y el pasaje de una o más cuerdas por la entrepierna, generando una leve presión en los genitales.

-Spread Eagle: Consiste en atar a la persona a una cama, marco de la puerta o bastidor, de forma que sus miembros queden lo más abiertos y estirados posible.

 -Spreader Bar: Es una barra rígida con enganches en sus extremos que permite colocarse entre las tobilleras de la persona. De esta forma, se queda con las piernas abiertas y sin posibilidad de cerrarlas.

-El bondage de suspensión: Una persona es amarrada y, luego, suspendida de estas ataduras, en forma total o parcial, verticalmente u horizontalmente, boca arriba o boca abajo.

Sin duda, el bondage puede ser un mundo apasionante, con un gran componente erótico y estético, pero, conviene recordar que para practicarlo de una forma segura y evitar accidentes graves, es imprescindible contar con ciertos conocimientos previos, utilizar cuerdas u otros materiales adecuados, y seguir algunas normas de seguridad. A través de los enlaces en rojo, podréis acceder a varias páginas, que contienen información muy interesante al respecto (la cual he omitido aquí por una cuestión de espacio).

 

Tomado: http://elimaginariumdedavinci.blogspot.com.ar/2013/05/el-bondage-cuando-atar-es-un-arte.html?zx=be06bdaeb8ff56ff

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